jueves, 13 de octubre de 2011

Carta a mi madre

Cincuenta años, eternos años sin tener el placer de escuchar  tu voz a tantos llamados a lo largo de este camino. Tantos días, tantas horas, tantos minutos, tanto esfuerzo en imaginar una caricia, una sonrisa, una mirada, un reto, un llanto. Tanto tiempo buscando madres sustitutas por la vida y a pesar de haberlas encontrado, a ninguna de ellas pude decirles mamá.
A los 30, me animé a sufrir tu ausencia, me animé a preguntar por vos, de tus tristezas, de tus vacios, de tus motivos que te llevaron a dormir para siempre. Hasta ese momento, había vivido sin hacerme muchas preguntas por ser huérfana, había crecido sabiéndome  huérfana y  sabiendo que,  estabas en el cementerio del pueblo y si algo quedaba de vos, apenas era un frío cajón magullado por el tiempo y la lluvia  y que alguna vez, después de treinta y largos años,  casi macabramente pretendí abrir para mirarte,  para conocerte, para saber quien me había parido.
Largos años de terapia me ayudaron a asumir mi destino, a entender que las cosas eran como eran y a aceptar la dolorosa realidad que formaba parte de mi historia. A  esa altura, la vida me había dado la oportunidad de ser madre de 3 hijos y la oportunidad de poner a prueba mi capacidad de asumir ese rol sin espejo en donde mirar cómo hacer, cómo ser y aunque no hay manual de instrucción para ser una buena madre,  las dudas y las preguntas se multiplican  cuando al mirar para atrás, no hay referencias… porque nada me ha quedado en mis recuerdos de aquellos casi 420 días, nada, salvo una foto en blanco y negro en la que busco algún parecido y a veces, en soledad la tomo entre mis manos, la acaricio y le pregunto… sin respuestas.
No lloraba tanto de pequeña, no como lloro ahora cada vez que siento la necesidad de un abrazo, cada vez que siento la tristeza de no tenerte a mí lado, cada vez que me duele tu larga ausencia,  cada vez que pienso en mis hermanos y mis hermanas que tanto te han necesitado también y en estos tiempos particularmente,  que tanto te necesitamos.
No, no tengo mamá…, nunca te tuve.
Octubre 2011